CUIDADO CON EL USO DEL CIGARRILLO ELECTRONICO
Dr.
Arcenio Estévez Medina.
Con la
proliferación de la venta del cigarrillo electrónico amparada en que es una
opción beneficiosa frente al consumo del tabaco es mandatorio orientar respecto
a los riesgos derivados del uso de este dispositivo.
Lo del
cigarrillo electrónico no es algo nuevo, fue un invento del farmacólogo chino
Hon Lik, quien se motivó a crearlo porque su padre murió de cáncer de pulmón.
Salió al mercado hace 11 años en su país y tres años más tarde ya estaba en
muchos países europeos.
Ante la
política sanitaria en contra del tabaco luego de la hookah traen esta modalidad
del cigarrillo electrónico para atrapar consumidores y mantener el control del
mercado.
Algunas investigaciones
sobre el cigarrillo electrónico
Si bien es
cierto que no todos los cigarrillos electrónicos utilizan nicotina, los que no
lo hacen también son muy nocivos porque el vapor de éstos contiene más formaldehido,
una sustancia entre 5 y 15 veces más cancerígena que el tabaco y por otro lado
el líquido usado por el cigarrillo electrónico tiene una tasa más alta de esta
sustancia que los cigarrillos convencionales.
De acuerdo a una investigación dada a conocer por New England Journal of
Medicine hecha al estudiar el líquido usado para el cigarrillo electrónico, publicada
el 20 de enero del 2015, en el periódico El Universal de Venezuela, una persona
que “vapea” 3 cc de este líquido al día, absorbe unos 14 mg de formaldehido,
mientras que un fumador de cigarrillos de tabaco apenas absorbe 3 mg de este
compuesto tan cancerígeno al fumar una caja de cigarrillos al día.
Los
cigarrillos electrónicos que no contienen nicotina, utilizan un líquido con
glicerina vegetal y en el vapor encontramos nitrosaminas y propilenglicol. Estos
últimos son dos cancerígenos.
Cada día
están lloviendo las propuestas de que se deje el cigarrillo del tabaco y se use
el electrónico, en esta guerra desinformativa ha quedado atrapada mucha gente
–hay ocho millones de personas que fuman, o mejor dicho “vapean”, este producto
en Europa- y algunos hasta se atreven a defender, de manera muy enérgica, su
uso, bajo el infundado argumento de que no es perjudicial para la salud.
Da pena que
la gente, aun estando en la Era Digital, donde el bombardeo constante de
información es el común denominador, no investigue y se deje llevar como animal
al matadero por esta propaganda desprovista de toda base científica, orquestada
por los manejadores de la publicidad inescrupulosa y subliminal, pagados en
muchos casos por las empresas tabacaleras al incursionar en este nuevo mercado.
Todo el mundo
sabe que el uso del tabaco es muy dañino y quién lo consume está consciente de
esa realidad. Sin embargo, fuma y peor
todavía, hace daño a las personas que están en su entorno, poniéndolos a pagar
por su error al convertirlos en fumadores de segunda mano; pero en el caso del
cigarrillo electrónico se quiere, de manera deliberada, ocultar esta realidad.
La
Organización Mundial de la Salud (OMS), ante la incitación a que las personas
usen cigarrillos electrónicos como sustitutos del tabaco, ha hecho la
advertencia de que no considera que el uso de este dispositivo sea un
tratamiento para aquéllos empeñados en abandonar el hábito de fumar. Afirma, además, el organismo rector de la
salud a nivel global, que los efectos terapéuticos atribuidos por sus
promotores al cigarrillo electrónico no se han demostrado con estudios
rigurosos.
Por otro
lado, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los Estados Unidos
de Norteamérica, alertó en el año 2009, sobre la presencia de sustancias
cancerígenas, como las nitrosaminas, en varias marcas de cigarrillos
electrónicos. También se encontraron
agentes tóxicos –como el dietilenglicol- en otras muestras estudiadas por este
organismo estadounidense.
En vista de
éstas y otras informaciones el cigarrillo electrónico ha sido prohibido en
Argentina, Australia, Brasil, México, Panamá, Uruguay y Venezuela. Otros países
–entre ellos una gran parte de la unión europea- han optado por someter este
producto a las mismas normas que rigen a los elaborados con tabaco.
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