Hasta hace poco tiempo se pensaba que el tejido adiposo, no tenía más función que amortiguar los traumatismos y servir de protección a órganos importantes. Sin embargo, hoy se sabe que los niveles bajos o altos de grasa se relacionan con el descenso de la fertilidad, tanto en las mujeres como en los hombres. Las células grasas producen adipocina, leptina, estrógeno y testosterona. Esto influye de diferentes maneras en la concepción, muchas veces de manera decisiva. Sus niveles cambian de acuerdo al contenido de grasa corporal e interfieren con los procesos de desarrollo folicular, maduración y reproducción de los espermatozoides y ovulación.
Los niveles muy bajos o elevados de
grasa en el cuerpo se asocian, en un alto porcentaje de casos, con problemas de
la fertilidad. Esto es debido a que
estos cambios intervienen en el proceso de la ovulación y con el desarrollo de
los espermatozoides, lo que se expresa con trastornos que dan al traste con la
capacidad para reproducirse en la mujer y el hombre respectivamente.
La mayoría de hombres y mujeres
obesos no necesariamente son infértiles, pero tienen más posibilidades de tener
reducción de la fertilidad que los normopesos.
Las mujeres obesas presentan mayores niveles de estrógenos, andrógenos y
leptina que las no obesas y esto les causa irregularidad del ciclo menstrual,
insuficiencia ovulatoria, ciclos anovulatorios y amenorrea.
En los varones la obesidad se asocia
a concentraciones bajas de testosterona, así como aumento de estrógeno y
leptina. Esto les reduce su capacidad de
fertilidad.
La
leptina y la fertilidad
Es una proteína producida por las
células grasas, que al fijarse a los receptores específicos del hipotálamo
disminuye el apetito, aumenta el gasto energético y estimula la secreción de
gonadotropina.
Las concentraciones de leptina se
elevan cuando los niveles de grasa corporal son altos, frenando el apetito y
bajan cuando éstos descienden desencadenando el deseo de ingerir alimentos.
Una investigación publicada en el
2016 por Georgina García, Arturo Venebra y Ulises Aguilera, titulada Comportamiento de los ácidos grasos durante
el embarazo adolescente, determinó que la leptina tiene efectos en el
metabolismo de los lípidos maternos antes y después del parto en la adolescente. En estos casos hay síndrome de resistencia de
la leptina y se asocia a la salud de la madre y su hijo. Lo que, según estos autores, provoca riesgo
cardiovascular por resistencia periférica a la insulina, retroalimentado por
una dieta rica en ácidos grasos, alta en hidratos de carbono y baja en
proteínas.
Debemos proponernos que la mujer,
desde el momento que decide embarazarse, tenga una alimentación y nutrición
equilibrada para su condición preconcepcional y luego, durante el embarazo,
para evitar que desarrolle una resistencia a la leptina.
El
colesterol, ácidos grasos y su relación con la concepción
Un estudio de Koppers Aj, Garg Ml y
Aitken RJ, asegura que los espermatozoides de varones afectados por trastornos
de la fertilidad presentan niveles de ácidos grasos muy altos, sin importar su
peso corporal y esto afecta las mitocondrias de estas células y reduce su
capacidad funcional.
Las dietas ricas en grasa y sobre
todo si son altas en colesterol, afectan la motilidad del espermatozoide y
reducen su calidad para la competencia por alcanzar y entrar al óvulo.
Peso corporal y fertilidad
La reducción del peso corporal en
mujeres con obesidad y que tienen problemas para lograr una concepción efectiva
ayuda a que haya una buena ovulación y una concepción satisfactoria. De hecho, una investigación de Yomara Benítez
et al., titulada Efectos de la obesidad
en la reproducción humana femenina, publicada en el 2019, afirma que una
pérdida de peso de 5 a 10% del peso corporal puede ser suficiente para
restablecer la fertilidad y mejorar los marcadores metabólicos.
IMC
y fertilidad
Los hombres con infertilidad y un IMC
de 25 y más kg/m2 deben tratar de perder peso y llevar este indicador a sus
niveles normales para lograr mejorar la calidad de su semen.
Jenniffer Puerta, Alejandra Gómez y
Walter Cardona, reportaron, en una investigación titulada Efecto de la disminución del índice de masa corporal sobre la calidad
seminal, publicada en el 2019, que al reducir el 19 % del IMC en pacientes
con sobre peso y obesidad registró una elevación en el 400 % del volumen
seminal, la concentración espermática total del 220 %, la movilidad total en
121 % y la viabilidad espermática en el 38 %.
Estos resultados llevaron a los autores de este estudio a concluir que
la obesidad está inversamente relacionada con la calidad seminal. Este trabajo constituye una evidencia
incuestionable de la efectividad lograda al descender el IMC en personas obesas
masculinas, con sobre peso y problemas de fertilidad.
El IMC de 18.5 kg/m2 o menos, con
frecuencia, es responsable de ciclos menstruales irregulares y falta de
menstruación, de acuerdo a lo planteado por Loor Edwin et al., en el estudio Consecuencias y alternativas para las
mujeres con problemas de infertilidad, dado a conocer por la Revista
Científica Mundo de la Investigación y el Conocimiento en su Vol. 3, núm 3.,
del 2019.
Por otro lado, se ha establecido que,
por lo general, cuando el IMC es de 17.5, o menos, la usuaria tiene un problema
de la alimentación.
En cualquiera de los casos
anteriores, ya sea por deficiencia o por exceso nutricional, la intervención
del nutriólogo clínico, como parte del equipo multidisciplinario que maneja a
la mujer, es fundamental para contribuir con la solución de este problema.
Una investigación, publicada en el
2016, realizada por Iván Orfo Méndez, presentada en la Universidad de Valladolid,
titulada “Obesidad Femenina y su Relación con la Fertilidad”, reportó que hubo
una significativa mejoría en la capacidad fértil de la mujer cuando estaba
obesa y perdía peso. Lo que se expresó
con un aumento de embarazo entre el 40 y el 60 % en las mujeres que perdieron
el 5 % o más del peso corporal. Por otro
lado, en las que no tuvieron reducción de peso no hubo concepción.
Numerosos estudios han concluido que
niveles altos o bajos de grasas afectan la fertilidad en los dos sexos. Esto es debido a que interfieren de manera
directa en la ovulación y el desarrollo de los espermatozoides.
La mujer tiene mayor concentración de
grasa que el hombre como condición normal.
Además de esto la distribución corporal de la grasa en personas del sexo
femenino juega un papel significativo en la infertilidad. El tipo de obesidad es importante y para
obtener este dato, debemos establecer el llamado Índice Cintura Cadera (ICC),
que se obtiene dividiendo la medida de la cintura entre la de la cadera en
cm. A partir de este resultado y su
interpretación determinamos que la persona tiene obesidad central o visceral si
el cociente de esta operación matemática es mayor de 0.84 en la mujer y de 0.94
en el hombre. Esta aumenta el riesgo de una fertilidad reducida, menor
frecuencia menstrual, un alto riesgo de enfermedad cardiovascular y de diabetes
mellitus. Mientras que la obesidad
periférica es la que el ICC está por debajo de 0.71 en la mujer y 0.87 en el hombre.
Esta obesidad aumenta el riesgo de sufrir problemas de circulación
periférica.
Cuando el IMC baja de 20 kg/m2 se
hace difícil activar y mantener las funciones normales de la reproducción en la
mujer. Por otro lado, una reducida
concentración de grasa durante la adolescencia se asocia a demora en la edad de
la menarquia y con menor fertilidad en el curso de la vida. Además, las mujeres con baja concentración de
grasa presentan amenorrea y retraso del tiempo de la concepción.
Otro problema que afecta a la mujer es el síndrome de ovario poliquístico, una situación que compromete la capacidad de fertilidad en la mujer. Por esa razón, no podemos olvidarnos de explorar la presencia de esta patología cuando estemos evaluando a una mujer para crear las condiciones óptimas en las que pueda lograr una buena concepción y seguir con un embarazo capaz de arribar, con viabilidad, a un feliz término.
No hay comentarios:
Publicar un comentario