Dr. Arcenio Estévez
Medina.
Es muy difícil para cualquier persona común y
corriente aceptar que el azúcar es un producto adictivo, pero si nos ponemos a
pensar en el trabajo que le da a un ser humano consumir algún alimento sin este
producto después de haberlo probado con él, empezamos a entender el por qué.
La gente
no se entera de la manipulación que se hace al gusto del consumidor al poner
azúcar a los alimentos. Se calcula que
más del 80 por ciento de los productos comestibles en el mercado estadounidense
contiene azúcar. Asombra mucho cuando se
conoce la información de que un gran número de sopas instantáneas con sabor
salado también llevan demasiado azúcar. Ni
hablar de la cantidad de refrescos que contienen este soborizante y cómo se han
negado algunos a reducir el nivel de azúcar en su fórmula.
No hay
justificación para que se proponga, por razón de salud, bajar la cantidad de
azúcar de un producto y que el fabricante se oponga a esta medida. Esto hace sospechar que algún interés marcado
hay en tal acción. Cuando se empieza a
investigar y se encuentran estudios reveladores de la capacidad de producir
adicción del azúcar entonces empezamos a entender por qué le ha dado tanto
trabajo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) conseguir que se reduzca el
nivel de azúcar en las bebidas refrescantes.
Un
estudio publicado, en junio del 2005, por la revista venezolana de
Endocrinología y Metabolismo, bajo la autoría de Pedro Rada, Nicole Avena y
Bartley Hoebel, demuestra que el azúcar crea adicción de la misma manera que lo
hacen muchas drogas consideradas ilegales.
Gary
Taubes, autor del libro El Caso Contra el Azúcar (The Case Against Sugar),
afirma en el mismo que si a ratas adictas a cocaína o heroína les dan azúcar,
dejan estas drogas y prefieren el azúcar en un día.
La opción de los
edulcorantes artificiales –como el aspartame, sucralosa y sacarina- presentada
al público para sustituir el azúcar resultó peor que ésta. De acuerdo la publicación Yale de Biología
del 2010 el consumo de azúcar de dieta elevó el índice de masa corporal (IMC)
de los consumidores, lo que aumenta el riesgo de enfermedades crónicas no
transmisibles (diabetes, cáncer, enfermedad cardiovascular……) y de muerte.
La Universidad de Nueva
York (NYU, por su sigla en inglés), publicó una investigación en la cual se
comprobó que el uso de estos edulcorantes aumenta los niveles de hemoglobina
glucosilada (HbA1c), un importante indicador de la evolución de la diabetes.
Por otro lado, la
revista de nutrición clínica de Estados Unidos, en marzo del 2015, dio a
conocer la información de que tomar 2 bebidas con jarabe de maíz alto en
fructosa aumenta los factores de riesgo de enfermedad cardíaca en 2 semanas.
Da pena ver a los
diabéticos usando estos productos para endulzar, sin ningún control, porque
piensan que están haciendo lo correcto; pero lo que están es contribuyendo con
el deterioro de su salud.