Dr. Arcenio Estévez Medina.
Una de las quejas más comunes de las personas que
están a dieta con el propósito de perder peso es su incapacidad para controlar
el apetito. Siendo ésta una causa
frecuente de abandono del esquema diseñado por el médico nutriólogo para llevar
al paciente a un peso considerado saludable.
Un error cometido muy a menudo en este caso es que se
somete, desde el principio, al enfermo a dietas muy rígidas y no soporta la
poca ingesta de alimentos. Por esta
razón siempre debemos calcular -de acuerdo a la actividad física, peso, talla y
condiciones de salud- las kilocalorías que vamos a restar al consumo diario del
paciente y luego de la determinación de la cantidad debemos presentarlo en un
menú de cinco comidas al día: tres principales y dos meriendas, de manera que
la persona no desarrolle ansiedad y pueda adaptarse con facilidad al plan.
Mecanismos de control del
apetito.
Hay una sustancia producida en el estómago, llamada
ghrelina, que en ausencia de alimentos estimula el apetito y cuando la persona
está saciada se reduce la misma. En los obesos
esta acción no sucede de manera regular, cuando el individuo tiene el estómago
lleno no bajan los niveles de ghrelina.
Lo que hace más difícil el manejo de estos enfermos.
Por otro lado, la producción de una hormona llamada
leptina por las células grasas (adipocitos), causa disminución del apetito en
el sistema nervioso central, pero si no se produce en cantidad suficiente o la
que hay circulando no es de buena calidad causa aumento de éste. También puede darse el caso de que la persona
desarrolle resistencia a la leptina de manera muy parecida a como sucede con la
resistencia a la insulina y para los fines es lo mismo que no haya la sustancia
porque la existente carece de efectividad y el individuo desarrolla un apetito
voraz.
La leptina, actúa relacionada a la neurotensina, una
hormona vinculada a la capacidad de almacenamiento de grasa en nuestro cuerpo y
que cuando está elevada en sangre aumentan las posibilidades de que la persona
engorde.
Una investigación, publicada por la revista Nature, el
11 de mayo del 2016, dirigida por el Dr. Mark Evers, de la Universidad de
Kentucky, Estados Unidos de Norteamérica, demostró que personas con niveles
altos de neurotensina tienen dos veces más posibilidades de presentar obesidad. Esto trae como consecuencia que haya un
índice de masa corporal elevado y una circunferencia abdominal alta, lo que
incrementa el riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular y diabetes entre otras
patologías.
La neurotensina ordena acumulación de grasa en la
célula y por tanto, estimula la producción de leptina y ésta a su vez
desencadena que el apetito se reduzca porque ya el cuerpo no necesita más
energía. Esto lo hace al bloquear la
producción del neuropéptido Y, una sustancia que aumenta la sensación de hambre
y empuja a comer más. Al inhibir la producción de este neuropéptido se reduce
el apetito. En el caso contrario se
incrementa el deseo de comer.
Son muchos los mecanismos que debemos considerar al
elaborar una dieta y si a la hora de abordar a estos pacientes el médico no
toma en cuenta todos estos factores no habrá una respuesta satisfactorias al
tratamiento y el enfermo seguirá engordando sin ningún control.
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