Dr. Arcenio Estévez Medina.
Es probable que a usted, igual que a mí, le
hayan propuesto usar aceite de canola como una buena opción para cocinar y
hasta lo haya creído por falta de información y esto logre el objetivo de
convertirlo en un consumidor de este producto en vez del aceite de maíz.
Para conseguir que usted crea más en este
aceite se lo venden en un galón plástico de color amarillo parecido al de maíz. Hacen todo para convencerle de que el
producto es la mejor opción. Sin
embargo, hay algunas informaciones que demuestran todo lo contrario.
Sabemos que el aceite de maíz se extrae del
maíz, el de maní del maní y el de palma (que también es muy malo) se produce a
partir del fruto de la palma, igual pasa con el de coco que se extrae del coco,
pero no hay una planta que se llame canola.
¿De qué será el aceite de canola?
¿De dónde proviene este nombre? ¿Qué se esconde detrás de estos recursos
publicitarios?
La
denominación de aceite de canola surge como una sigla extraída de la expresión
en ingles: “canadiense oil low acid”. Se
escogen las primeras letras de estas palabras, que significan en español aceite
canadiense bajo en ácido. De ahí, por
conveniencia, se forma el nombre de canola.
El aceite de canola se produce a partir de
una planta llamada colza cuyo nombre científico es “Brassica napus”, de la
familia denominada Brassicacea, que crece alrededor de un metro, tiene flores
amarillas y semillas pequeñas, redondas con un alto contenido en aceite
alcanzando cerca del 50 por ciento de su peso en algunos casos. Esta planta es pariente cercano de la mostaza.
LOS
MÚLTIPLES USOS DE LA COLZA
De esta planta se extraen sustancias para la
fabricación de pintura y barniz. También
se utiliza en la elaboración de biodiesel y es una alternativa muy importante
en estos tiempos en que hay tanta dependencia de los combustibles derivados del
petróleo. En algunos países, como en la
India, un gran productor de colza, se utiliza el aceite de esta planta en áreas
rurales para el alumbrado doméstico.
DAÑOS
CAUSADOS POR EL CONSUMO DEL ACEITE DE CANOLA
Algunos estudios han reportado que el
consumo de este aceite puede producir el llamado síndrome de envenenamiento masivo. En este síndrome se afecta la capacidad de
transportar oxígeno de los glóbulos rojos, hay además, disminución de la
cantidad de glóbulos blancos y de la producción de inmunoglobulinas. También destruye a los glóbulos blancos
llamados macrófagos, unas células que devoran bacterias. Todo esto se expresa en una reducción marcada
de los mecanismos defensivos del cuerpo y de la disponibilidad de oxígeno, lo
que conlleva de manera fácil a la muerte de cualquier persona. Muchas de estas manifestaciones son
similares a las que se presentan en un individuo con falcemia y por otro lado,
en pacientes intoxicados con ricina, una sustancia utilizada en una estación de
tren de Francia como arma de destrucción masiva, durante los días que siguieron
al desastre terrorista del fatídico 9 de septiembre.
El caso de las muertes producidas
en España por el consumo de aceite canola
En el año de 1981 en España murieron 1,100
personas de un total de más de 60,000 que se intoxicaron con aceite canola. Según la Organización de Consumidores y Usuarios
de esta cantidad alrededor de 25,000 quedaron con daños irreversibles. A este problema serio de salud se le ha
llamado síndrome del aceite tóxico, enfermedad de colza o síndrome de
envenenamiento masivo.
Las manifestaciones de los afectados fueron
muy variadas y se encontró en muchos de ellos neumonía, tromboembolismo, hipertensión
pulmonar, calambres, dolores musculares, endurecimiento de la piel
(esclerodermia), neuropatía y daños al hígado.
Todo se atribuyó a la presencia en el aceite de una sustancia llamada
ácido erúcico.
A partir de ahí vino la guerra mediática y
aparecieron muchos defensores y opositores al consumo de este aceite. Todo dependiendo de los intereses de cada
grupo. Sin embargo, ocho años más tarde
–en 1989-, el Tribunal Supremo de España condenó a los empresarios responsables
de la distribución y venta de este aceite en ese país.
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