LA SALUD PREVENTIVA EN LA 66
ASAMBLEA GENERAL DE LA ONU
Dr.
Arcenio Estévez Medina, M. D., N. D., M. H.
Siempre se ha dicho que prevenir
es mejor que remediar. Lo difícil es
llevarlo a la práctica. Por eso la
prevención fue un tema importante en la más reciente Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), celebrada a fin del mes de
septiembre del año 2011. El tema giró en
torno a las enfermedades no transmisibles (ENT).
Estas enfermedades son las
relacionadas con el estilo de vida de la persona y entre ellas tienen gran
importancia el cáncer, trastornos cardiovasculares y respiratorios
crónicos. El organismo internacional ha
determinado que unos 36 millones de personas mueren cada año por falta de
esfuerzos para evitarlo y la causa principal no son las enfermedades transmisibles. Eso es lo más doloroso de todo.
Las llamadas enfermedades no
transmisibles causan el 63 por ciento de todas las muertes del mundo y lo peor
es que cuatro de cada cinco de éstas suceden en los países pobres. La ONU planteó que los gobiernos se
comprometan a reducirlas y así lo dispuso en una declaración durante la 66 Asamblea
General de este organismo que pidió más prevención y control en estos
males. Sin embargo, muy pocos medios de comunicación
del mundo le dieron cobertura a esta importante noticia, para ocupar las
páginas de los diarios, las pantallas de la televisión, de las computadoras y
las cabinas de las emisoras radiales con informaciones de la politiquería responsable
de estos y muchos males más.
Es responsable, porque aun
sabiendo lo que se debe hacer, por actitud complaciente con el poder
económico-empresarial permite una serie de acciones dañinas en la producción de
alimentos y de artículos que forman parte de los llamados hábitos tóxicos.
Los cinco grandes puntos tratados
en esa reunión de la ONU fueron: acceso a la medicina, control del tabaco,
eliminación de grasas trans, reducción del consumo de sal y azúcar e incremento
de la actividad física. Las grasas trans
son aquéllas producidas al transformar el aceite vegetal en sólido, como el
caso de la margarina. Aparecen también,
aunque en poca cantidad, en la leche y en las carnes de los rumiantes. Estas grasas suben el llamado colesterol malo
(LDL) y bajan el bueno (HDL) y esto da como resultado, por donde quiera que lo
calculemos, un aumento del riesgo de enfermedad cardiovascular (ataque al
corazón y al cerebro).
El problema no termina ahí. También, según la Food and Drug
Administración de Estados Unidos de Norteamérica (FDA), estas grasas aumentan
el riesgo de cáncer y diabetes. Por
estas razones el organismo estadounidense que regula los alimentos, los
medicamentos y el alcohol dispuso, desde el año 2006, que en la información
nutricional de los alimentos que se venden en ese país aparezca, además de la
cantidad de grasa saturada y el colesterol, la
de grasa trans que contenga el producto.
Así queda bajo responsabilidad del consumidor usarlas o no, pero para
tomar esa decisión es imprescindible que la persona disponga del
conocimiento. De lo contrario, será lo
mismo que estos datos no estén en la etiqueta.
Los gobiernos se comprometieron
ante la ONU a desarrollar campañas educativas para aumentar el nivel de
conocimiento de la gente sobre la prevención de estos males y la necesidad de
hacer ejercicios físicos.
Muchas de estas enfermedades se
reducirían bastante si se obligara a las industrias alimentarias a no usar las
grasas trans y las saturadas, el exceso de sal, azúcar y otras sustancias
nocivas para la salud, empleadas como saborizantes, preservativas y algunas
para cautivar el gusto el consumidor.
También deberían organizarse los consumidores para rechazar el consumo
de productos dañinos para la salud, como sucede en países de Europa y América
del Norte.
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