domingo, 10 de junio de 2012


PAPAS FRITAS Y DAÑOS A LA SALUD
                                                            Dr. Arcenio Estévez Medina, M. D., N. D., M. H. 
La manipulación del gusto de los consumidores, sobre todo de los niños, ha hecho posible que desde que alcanzan a ver el símbolo que identifica a una marca de comida rápida determinada se les llena la boca de saliva y su estómago empieza a sentir reacciones inductoras de la ingestión de papas fritas u otro producto de la franquicia.
Un estudio publicado por la BBC de Londres, realizado por el doctor Daniele Piomelli, profesor de farmacología de la Universidad de California, presentado en un acta de la Academia Nacional de Ciencias, demostró que son las grasas y no los carbohidratos ni las proteínas las que producen adicción debido a la liberación en el estómago y los intestinos de unas sustancias, similares a las de la marihuana, llamadas endocannabinoides, responsables del deseo incontenible de comer papitas y otras comidas chatarras fritas.
Muchas veces se pensó que la adicción a estos productos era causada por la presencia de sustancias psicoactivas, agregadas por orden de los propietarios de dichas franquicias, para aumentar el consumo, pero hoy se sabe que no es así.  El mismo cuerpo produce los endocannabinoides ante la percepción de las grasas saturadas de los alimentos fritos.          
Además de la adicción, el consumo de las papas fritas, aumenta el riesgo de producir piedras en la vesícula biliar, enfermedad cardiovascular, aumento de peso y obesidad.  Estos efectos se atribuyen con frecuencia a las proteínas y carbohidratos, pero realmente son causados por las grasas fritas.
Estas grasas aumentan el riesgo de subir los niveles de colesterol malo (LDL) y por tanto, de producir infarto agudo al miocardio y accidente cerebro vascular (ACV) con todas sus consecuencias.  
Los niños son los más afectados porque se inducen más fáciles al consumo y su cuerpo está en crecimiento y desarrollo.  Además, la acción de estas sustancias hace blanco con más efectividad que en un adulto.  Aunque ni uno ni otro están exentos de sufrir las consecuencias nocivas de las grasas saturadas presentes en estos alimentos.
Lo correcto es reducir el consumo de las grasas saturadas para tener una mejor salud.  Lo ideal es que el consumo de estos alimentos nunca debe pasar del 10 por ciento de todos los nutrientes que ingerimos en un día.  Esto quiere decir, de manera muy clara, que de cada diez cucharadas de comida que recibimos no debe haber más de una representada por  la grasa.  En sus manos está la posibilidad de exceder o no esta cantidad.  De igual manera, usted decide lo que hace respecto a su alimentación y por tanto, sobre el riesgo de sufrir las consecuencias.
Por otro lado, usted tiene la obligación de tomar la decisión por sus hijos porque es usted quien paga las consecuencias de los trastornos de salud que esto desencadene.  Tome la decisión desde hoy.     

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