PAPAS FRITAS Y DAÑOS A LA SALUD
Dr. Arcenio Estévez Medina, M. D., N. D., M. H.
La manipulación del gusto de los
consumidores, sobre todo de los niños, ha hecho posible que desde que alcanzan
a ver el símbolo que identifica a una marca de comida rápida determinada se les
llena la boca de saliva y su estómago empieza a sentir reacciones inductoras de
la ingestión de papas fritas u otro producto de la franquicia.
Un estudio publicado por la BBC
de Londres, realizado por el doctor Daniele Piomelli, profesor de farmacología
de la Universidad de California, presentado en un acta de la Academia Nacional de
Ciencias, demostró que son las grasas y no los carbohidratos ni las proteínas
las que producen adicción debido a la liberación en el estómago y los
intestinos de unas sustancias, similares a las de la marihuana, llamadas
endocannabinoides, responsables del deseo incontenible de comer papitas y otras
comidas chatarras fritas.
Muchas veces se pensó que la
adicción a estos productos era causada por la presencia de sustancias
psicoactivas, agregadas por orden de los propietarios de dichas franquicias,
para aumentar el consumo, pero hoy se sabe que no es así. El mismo cuerpo produce los endocannabinoides
ante la percepción de las grasas saturadas de los alimentos fritos.
Además de la adicción, el consumo
de las papas fritas, aumenta el riesgo de producir piedras en la vesícula
biliar, enfermedad cardiovascular, aumento de peso y obesidad. Estos efectos se atribuyen con frecuencia a
las proteínas y carbohidratos, pero realmente son causados por las grasas fritas.
Estas grasas aumentan el riesgo
de subir los niveles de colesterol malo (LDL) y por tanto, de producir infarto
agudo al miocardio y accidente cerebro vascular (ACV) con todas sus
consecuencias.
Los niños son los más afectados
porque se inducen más fáciles al consumo y su cuerpo está en crecimiento y
desarrollo. Además, la acción de estas
sustancias hace blanco con más efectividad que en un adulto. Aunque ni uno ni otro están exentos de sufrir
las consecuencias nocivas de las grasas saturadas presentes en estos alimentos.
Lo correcto es reducir el consumo
de las grasas saturadas para tener una mejor salud. Lo ideal es que el consumo de estos alimentos
nunca debe pasar del 10 por ciento de todos los nutrientes que ingerimos en un
día. Esto quiere decir, de manera muy
clara, que de cada diez cucharadas de comida que recibimos no debe haber más de
una representada por la grasa. En sus manos está la posibilidad de exceder o
no esta cantidad. De igual manera, usted
decide lo que hace respecto a su alimentación y por tanto, sobre el riesgo de
sufrir las consecuencias.
Por otro lado, usted tiene la
obligación de tomar la decisión por sus hijos porque es usted quien paga las
consecuencias de los trastornos de salud que esto desencadene. Tome la decisión desde hoy.
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